“No hay mal que por bien no venga”

Mi madre nació en una aldea en Guanajuato en 1918, mientras la revolución mexicana seguía su curso, y falleció en Berlín, Alemania, en 2016 el mismo día en que Trump ganó la elección. Durante sus 98 años de vida, su familia se mudó, cuando ella tenía 4 años, y trabajó en los campos del Valle de San Joaquín casi dos décadas. Se casó con 40 años, y no fue un matrimonio ideal, tuvo dos hijos y una hija, de los cuales sobrevivió a dos, y, aunque logró tener una vida muy llena de amor, también hubo mucho dolor. Aún así le gustaba decir con mucha frecuencia: “No hay mal que por bien no venga.” A veces, sobre todo de niño, me molestaba escuchar este refrán porque estaba enojado o desilusionado por algo que no me había resultado como quería, y mi madre me salía con “no hay mal que por bien no venga.” O sea que yo quería profundizar más en mi frustración, mientras ella buscaba la manera de que viera lo positivo en algo que yo a esa edad consideraba una tragedia. Por ejemplo, el haber sacado una mala calificación en la escuela o que se haya agotado algún juguete que añoraba. Ahora, como adulto, y desde hace unos años, reconozco el valor de este refrán tan querido por mi madre.

Este año, 2020, más que nunca se ha puesto ha prueba este refrán. Con todo lo que ha pasado con la pandemia, tal como la cantidad de gente muerta, el duelo de los sobrevivientes, negocios arruinados y un sin fin de efectos secundarios causados por COVID. Pero aún así, con todo esto, creo sin reservas que tenemos que buscar algo bueno de todo este mal. De otra manera, todo lo que ha sucedido ha sido en balde. La ausencia de haber aprendido algo de esta enorme experiencia sería otra tragedia más. Para mi, y much@s más, la pandemia me ha hecho apreciar más lo que tengo: mi pareja, nuestra hija y nuestra vida en general. Y, a nivel global, la pandemia ha sacado a la luz, una vez más, el alcance de la desigualdad socio-económica y racial que he empeorado la situación de nuestra comunidad latina al ser arrasada por COVID con tanta fuerza. Por lo tanto, el “bien” que del mal “viene,” según el refrán, tiene que ser que ahora seamos conscientes y nos ayudemos entre nosotr@s como comunidad latina para no estar tan vulnerables. L@s fallecid@s de nuestra comunidad latina durante la pandemia, que has sido desproporcionada en relación a nuestro porcentaje en la población general, tiene que motivarnos ha mejorar la situación socio-económica y ambiental/ecológica de nuestra gente.

Para mi, que tengo ya 39 años viviendo en los EEUU, las experiencias del 2020 me han motivado a reconectar con la comunidad latina y ver que puedo hacer para mejorar nuestra situación con respecto a vivienda, salud, empleo, educación y todo lo que nos ayuda ha vivir plenamente y salir adelante. En San Francisco, al igual que otras ciudades en su entorno, gozamos de la ventaja de tener una infraestructura comunitaria sumamente desarrollada. Por consiguiente, solo hace falta nuestro deseo y nuestra iniciativa para invertir el tiempo y el esfuerzo para mejorar sustancialmente las vidas en nuestra comunidad. Esto se puede realizar independientemente, tal como ayudar a nuestr@s vecin@s, votar con la mirada hacia el bien para tod@s o llevar a cabo trabajo voluntario. Por ejemplo mediante estas ONGs:

• Latino Community Foundation: www.latinocf.org
• Centro Latino de San Francisco: www.centrolatinodesf.org
• Calle 24 San Francisco: www.calle24sf.org
• PODER: People Organizing to Demand Environmental and Economic Rights (gente organizada para exigir derechos ecológicos y económicos): www.podersf.org

Ésta es solo una lista parcial de las ONGs a donde podemos acudir para solicitar apoyo, al igual en donde podemos prestar nuestro tiempo y/o donaciones para lograr un cambio significativo. Otro refrán que me agrada por su impacto, y que proviene de un proverbio Chino antiguo, es:

“Un viaje de mil millas comienza con un solo paso.”

Jorge Romero Lozano nació en México y se mudó a California en 1981 para ingresar a la universidad y estudiar ingeniería civil. Vive en Bernal Heights, está casado con su pareja de 16 años y tienen una hija de 9 años.